Descripción
«Los autores de estas páginas, cónyuges y padres de familia, son unos amigos muy queridos que el Señor puso en mi camino sacerdotal y a los que he ofrecido, con afecto, la ayuda de mi oración y de mi ministerio.
Cuando me contaron su deseo de hacer pública su dolorosa experiencia, con el fin de ayudar caritativamente a otros hermanos, animé y bendije su intención. Y he aquí el precioso resultado de la iniciativa.
No necesito asegurarle al lector que cuanto está descrito en estas páginas corresponde plenamente a una realidad de la que el suscrito ha sido y sigue siendo testigo.
Me permito luego presentar una humilde petición a quienes hayan de fijar su mirada en estas páginas: eleven cada día a Dios fervorosas plegarias por todos aquellos que estén sufriendo en el cuerpo y en el espíritu, especialmente por quienes son objeto de vejaciones por parte del maligno y sus emisarios.
Estamos convencidos, con Juan Pablo II, de que el mal no tendrá la última palabra»
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