Abrir el corazón implica dar cabida a situaciones o acciones que uno desea en su vida, en esté caso si abrimos el corazón cómo el mismo Jesús lo hizo es dejar que el Padre haga su voluntad en nuestra vida, lo cual si lo pensamos y analizamos puede ser un poco complejo, puesto que los planes del Padre pueden ser un tanto diferentes. 

Dejar que el Padre haga su voluntad significa que nosotros seamos aquellos que reciben su mensaje con el corazón abierto e implica llevar a la acción su voluntad, no va ser fácil, cómo se señalaba en líneas anteriores nuestros deseos pueden ser totalmente diferentes, y Dios puede necesitar de cada uno de nosotros de otra manera, pero sin olvidar que también nos da esa libertad de aceptar o no.  

Abrir el corazón, es hacerlo con amor y sin ninguna obligación, puesto que el Padre a nadie va a obligar a aceptar su voluntad, tú decides si aceptas ese plan y continuarlo o seguir por otro camino, si no eliges esté camino no va a pasar nada, el Padre no te va a juzgar, ni a rechazar, porque si nos llega a imponer aquello ya no sería su voluntad sino una orden y así no funciona el hacer y realizar su proyecto.  

Hacer la voluntad del Padre es hacerla con amor y entrega, con pasión para realizar paso a paso, si lo tomamos desde el punto de evangelizar o realizar una misión, es hacerlo con el corazón abierto para llevar ese mensaje esperanzador a cada corazón que se necesite. Así que si deseamos realizar la voluntad del Padre tan solo debemos abrir el corazón y escuchar desde el silencio de cada encuentro de oración personal y comunitaria y alimentarse de la Palabra para ser guiados e iluminados. 

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